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Reflexiones sobre literatura centroamericana: El Salvador y Honduras

Honduras y El Salvador, dos países vecinos ubicados en el istmo centroamericano, divididos por una línea imaginaria que se extiende desde el sureste más próximo a Guatemala, hasta el Golfo de Fonseca.
Cual siameses, estos países comparten una privilegiada geografía en el istmo. Bañados por océanos, irrigados por abundantes ríos, protegidos por cadenas montañosas y con un exquisito clima templado propicio para el desarrollo agrícola. Situados en el centro de un paraíso terrenal. Y, sin embargo, distintos. Con historia, tradiciones, costumbres y modos de vida que difieren grandemente.
Desde tiempos coloniales, mientras los pueblos salvadoreños se alzaban aguerridamente contra los ambiciosos conquistadores, el pueblo hondureño sostenía movimientos más débiles y menos efectivos. Esta falta de espíritu rebelde y su cercanía al Océano Atlántico, fueron situaciones que vinieron en detrimento de la autonomía hondureña, pues facilitaron su invasión por parte de españoles e ingleses.
Ambos países, al igual que otros centroamericanos, mantienen un estilo de vida ligado a la tierra. La base de la economía, ha sido en el Salvador la agricultura, siendo el café su cultivo principal. En el caso de Honduras, son la ganadería y la minería las actividades que más han destacado.
Estas diferencias repercutieron en el desarrollo de la vida social y la toma de caminos divergentes de estas naciones. Como lo afirma el filósofo y economista alemán Karl Marx, la estructura económica es la que rige todos los demás aspectos de la vida social.
Las grandes extensiones de tierra ociosa en Honduras fueron una atractiva invitación para empresas extranjeras, como la norteamericana United Fruit Company, quien con el cultivo de banano, prácticamente se adueñó de la economía del país.
En El Salvador, fueron los terratenientes locales los que manejaron las finanzas de la nación, estableciendo desde 1879, lo que se conoció como la “República Cafetalera”. Los dueños de las fincas de este cultivo, ostentando ya el poder económico, asumieron el poder político, con una sucesión antidemocrática de gobiernos. Estos fueron destituidos con un remedio que resultó quizás más caro que la misma enfermedad: las dictaduras militares.
Este atropello a la democaracia fue lo que detonó en el Salvador un intenso conflicto armado. Ideas de justicia e igualdad con influencia comunista se permearon hasta los ámbitos más populares y comunes de la vida social y la exigencia de derechos por parte de los estratos medios y bajos de la sociedad, se hizo escuchar. El gobierno, se vio obligado a responder a esas demandas con represión y violencia, en defensa de los intereses de las clases poderosas.
Este es el conflicto que se refleja en la literatura salvadoreña. El conflicto de un pueblo aguerrido, que se disgusta y enardece ante la injusticia. Un pueblo que se levanta, que hace escuchar su voz, que se despoja del miedo y se atreve a reclamar lo que pertenece: la tierra para el que la trabaja. Esto es lo que refleja Manlio Argueta en Un día en la vida. Un pueblo que presenta sus demandas a un gobierno que constantemente y con plena conciencia de ello, atropella sus derechos. Un gobierno que acorralado por las demandas sociales, abre las puertas a intervención extranjera y destruye con ello, el ideal de nación. Por ello, Roque Dalton afirma que su país es “más pequeño que un raspón” y con este verso expresa de manera muy exacta el daño que hace la presencia de fuerzas extranjeras en los conflictos nacionales: empequeñece la imagen del país, lo demuestra frágil, incapaz, dependiente. Por ello Dalton está tan molesto con su patria y dice
“Antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
Norte y Sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de ti”
(Dalton, 1968)

El conflicto interno salvadoreño influyó a la literatura no solamente en la temática, sino en la perspectiva del mundo. Posterior al enfrentemiento bélico, surge la “Generación del desencanto”. Desencanto por el fin de una guerra en la que no hubo vencedores, sino sólo una ficticia idea de paz forzada. Autores como Rafael Menjívar, Horacio Moya y Jacinta Escudos han perdido la ilusión e idealismo al escribir. Su literatura es eminentemente realista, cruda y a veces hasta grotesca. Se habla con ellos de una ‘estética del cinismo’. Es la norma en sus trabajos el rigor y desenfado al abordar temas tabú como la violencia, la muerte el asesinato y el sexo.
Otra de las consecuencias del enfrentamiento bélico fue el exilio al que se vieron forzados varios intelectuales. Las obras se enriquecieron con perspectivas internacionales, pero los exilios muy prolongados las descontexualizaron. Esto ha generado, en algunos salvadoreños, la idea de una literatura que no les es propia; que ganó universalidad, pero perdió identidad nacional.
También en la clasificación de la literatura tuvo influencia el conflicto, llamándosele en un principio ‘Literatura de guerra’, luego de ‘post-guerra’, y más adelante ‘Literatura urbana’ por el predominio de escenarios citadinos. La crítica literaria Jacinta Escudos no considera precisa ninguna de estas clasificaciones y se ha tomado la libertad de darle nombre a dos ramificaciones más: la ‘Literatura del chambre’ (basada en hechos reales) y la ‘Literatura de la verdad’ (ficciones altamente verosímiles), aunque en su opinión, las letras salvadoreñas no son susceptibles de clasificaciones debido a la diversidad en su temática, estilos y perspectivas de abordaje.
En lo que coinciden los crítcos es en el carácter testimonial de la literataura salvadoreña. Las experiencias personales, las situaciones sociales, la memoria histórica, forman parte de los motivos, temas y escenarios del vecino país
“A la gente de acá le gusta cantar. Y reirse por nada. Casi todos somos pobres pero no lo tomamos como una desgracia. Ni lo admitimos como algo meritorio”
(Argueta, 1980)

Los escritores se comprometen con su realidad y la retratan en sus trabajos, aunque en algunos casos lo hagan con desencanto y cinismo.
Honduras, por su parte, realiza una propuesta más conservadora. No se percibe el cinismo y sofisticación de sus vecinos. En cierta manera, la literatura hondureña pareciera ir a la zaga del desarrollo artístico centroamericano. Esta situación es justificada por la académica Helen Umaña con argumentos geopolíticos, con los que afirma que el despertar literario en su país ocurre de manera tardía debido a lo distante de la capital y centro cultural de la región, Guatemala. Las carencias y fallas del sistema educativo, así como la censura de textos y la escasa difusión son otros argumentos que plantea Umaña para explicar el lento desarrollo en las letras de su paìs. Aunque cabe destacar que si bien es cierto que los movimientos artísticos se han adpotado posteriormente al resto de Latinoamérica, el desarrollo de los mismos ha sido bastante coherente. Es decir, las corrientes estéticas se han sucedido cronológicamente en el mismo orden que en otros países y han mudado por razones similares. Aunque es el Romanticismo la corriente que mayor influencia ha tenido en este país centroamericano.
Pese al desarrollo de nuevos movimientos literarios, la influencia de Darío y la legada de las vanguardias; la exaltación de la nación, propia del Romanticismo, se mantuvo como reforzador de la identidad nacional. La patria se retrata con nostalgia y casi con sufrimiento.
“Esta ciudad es isla,
Con un trajín de colores desvanecidos,
Como barcas abandonadas
En las riberas del mundo.”
(Barrera, 1968)
La literatura hondureña habla del amor, del paisaje, de los recuerdos nostálgicos. El abordaje que se hace de estos temas es bastante tímido e ingenuo. El amor y el erotismo se tratan con mucha sutileza y ternura. Se utilizan abundantes metáforas y figuras para tocar estos temas sin recurrir a lo explícito.
Helen Umaña critica de sus compatriotas, esa timidez en el acercamiento a los temas y en la exploración lingüística. Estas ‘fallas’, sin embargo, son las que le dan a la literatura hondureña sus características de sencillez y conservadurismo.
Son los autores más modernos los que se atreven a hacer denuncias, a manifestar su desacuerdo con las situaciones sociales del país, a compadecerse de su patria. Pero no lo hacen con la crudeza con que se pronuncian otros centroamericanos, sino más bien con empatía, dolor y nostalgia por el curso desfavorable del desarrollo de su patria.
“Mujeres de mi pueblo deshechas de tristeza,
Rodando abandonadas como las piedras mismas
En amargos veranos de pobreza”
(Cárcamo, 1935)
Honduras no atravesó la dolorosa experiencia de una guerra civil. Aunque hubo rebeliones contra la intervención extranjera en la economía y contra la férrrea dictadura de Tiburcio Carias, ninguna de estas llegó a madurarse en un conflicto armado. Por tanto, la intensidad literaria que genera la guerra, está ausente en el vecino país. Hay, sin embargo, escritores como Julio Escoto, quien plasma en sus cuentos las lamentables experiencias de los rebeldes del Cariato y Jacobo Cárcamo, quien se manifiesta abiertametne contra la invasión extranjera en su país en su poema Al ejército Yankee.
Los problemas socio-políticos que enfrentó Honduras, fueron más bien de carácter internacional. La invasión inglesa posterior a la independencia y el estableciminto de la bananera estadounidense en su territorio fueron probablemente las causas de la difícil consolidación de la identidad hondureña y por tanto del tímido y lento desarrollo de su literatura.

En conclusión, se puede afirmar que pese a la cercarnía y la similitud de condiciones geográficas, es el desarrolllo histórico de El Salvador y Honduras lo que hizo que sus manifestaciones literarias evolucionaran de manera tan distinta. Mientras el primer país sufrió el desencanto de una guerra sin vencedor; el segundo se enfrentó a la constante explotación extranjera y al azote de la dictura. Resulta lógico entonces que una literatura sea realista, cruda y desenfadada; mientras que la otra esté cargada de dolor empático y nostalgia.
Ambas literaturas son testimoniales. Reflejan la sociedad en que se originan. Retratan al país con sus problemáticas e historia. Lo que las diferencia, es que cada una da testimonio de una realidad totalmente diferente a la otra, aunaue a estas realidades sólo las separe una línea imaginaria.

Fuentes

• Escudos, Jacinta. Los inclasificables: escritores salvadoreños hoy [ensayo]. Contenido en el libro Literaturas centroamericanas hoy. Desde la dolorosa cintura de América: Kohut, Karl; Mackenbach, Werner. Madrid/Frankfurt, 2005. Editorial Iberoamericana.

• Armijo, Roberto. Algunas reflexiones sobre la poesía salvadoreña [ensayo]. Contenido en la revista: Centroamericana. Editorial Bulzoni. Volumen I. Milán, Italia. 1990.

• Argueta, Manlio. Un día en la vida. UCA Editores. San Salvador, El Salvador. 1980.

• Umaña, Helen. La novela hondureña. Editorial Letra Negra. Guatemala 2003.
• Sosa, Roberto. Honduras: poesía escogida. Editorial EDUCA. Costa Rica, 1998. 208 páginas.

• Umaña, Helen. La palabra Iluminada: el discurso poético en Honduras. Chacón G., Albino y Marjorie Gamboa C. (eds.). Voces y silencios de la crítica y la historiografía literaria centroamericana. Heredia, Costa Rica: EUNA, 2010, 473 páginas

• Dalton, Roque. Poesía Escogida. EDUCA. Costa Rica, 1983.
• Menendez Rodriguez, Mario. El Salvador: una auténtica guerra civil. Costa Rica, 1984.

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