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Análisis: Un mundo feliz de Aldous Huxley

  1. Argumento

Un mundo feliz retrata la sociedad londinense del año A.F. 638.[1] Se trata, como el título lo indica de un mundo en el que reina la felicidad y el aparente bienestar. El sufrimiento se ha erradicado de la sociedad, pero ha sido a costa de la libertad individual.

Desde su gestación, que ya no es vivípara sino producida en líneas industriales, el sujeto es condicionado con técnicas subliminales y elementos de condicionamiento clásico agrupados en un método llamado hipnopedia. Cuestiones como la muerte, el sexo y la estratificación social, son asumidas por los individuos desde temprana edad y se ven como naturales, banales y sin carga emotiva. Conceptos como la familia, la maternidad y los vínculos emocionales han sido erradicados de la cultura y son vistos hasta con cierta desazón.

El argumento gira en torno a dos personajes Lenina (alusión a Lenin) y Bernard Mark (alusión a Karl Marx). La primera es una mujer completamente alienada a través del condicionamiento y el hedonismo. El segundo, es un hombre que se resiste a la alienación y que procura defender su individualidad en un mundo de uniformalización excesiva.[2]

Estos personajes viajan hacia un lugar “incivilizado” llamado la Reserva que se ubica en Nuevo México (lugar hispanohablante). Allí descubren una sociedad de costumbres “arcaicas” como la monogamia y la religión.

En ese lugar encuentran a Linda, una mujer proveniente del Mundo Feliz y a su hijo biológico John. Estos dos personajes, acompañarán a Lenina y Bernard en su retorno al Mundo Feliz y será John quien de manera más clara señale lo absurdo, banal y hasta ridículo de una sociedad en la que el placer priva a los individuos de su libertad.

—Pues yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero poesía, quiero peligro real, quiero libertad, quiero bondad, quiero pecado.

—En suma —dijo Mustafá Mond—, usted reclama el derecho a ser desgraciado.

—Muy bien, de acuerdo —dijo el Salvaje, en tono de reto—. Reclamo el derecho a ser desgraciado.

  1. Características de la nueva narrativa

Al contrastar a Huxley con escritores anteriores como Woolf y Joyce, debemos recordar algunas características de la narrativa de estos: un lenguaje preciosista, cercano a lo lírico; retrato minucioso de las costumbres de la época; escenarios muy semejantes a los reales; el fluir de la conciencia, en Wolf y el estilo libre indirecto en Joyce para la introspección de los personajes.

Si bien en Huxley, encontramos introspección en los personajes y retrato de las costumbres de una época, el abordaje que realiza este novelista, cuya obra aparece alrededor de una década después de las de los autores anteriores, es distinto.

Estas son algunas características que hacen que su novela sea innovadora:

La crítica a la sociedad desde el futuro

Huxley retrata las costumbres de la sociedad y de hecho, las critica. Sin embargo, a diferencia de Woolf y Joyce, lo hace desde el futuro, plantea un escenario futurista distópico desde el que critica la evolución (que podría verse más bien como involución) hacia una sociedad materialista y vacía. Para ello, el autor se vale de la sátira y un humor sutil que ridiculiza las convenciones sociales futuristas y que invita al lector a la reflexión.

Esta incursión futurista coloca su obra en el mismo plano que La guerra de los mundos de H.G. Wells y 1984 de George Orwell.

Una prosa más coloquial

Distanciándose de sus predecesores, Huxley no abunda en lirismo o figuras retóricas, sino utiliza más bien un lenguaje claro y directo de frases sencillas. Incluso, como la temática de la obra lo requiere, introduce nuevos términos: como orgy-porgy[3], soma[4], hypnopedia[5].

El protagonismo

Mientras que Joyce dedica casi mil páginas a la narración de un día en la vida de Stephen Dedalus y Woolf dedica otras cuantas, para la narración de los preparativos para la fiesta de la señora Dalloway; Huxley, no otorga tal importancia a los protagonistas de su novela.

En un inicio, es difícil reconocer un protagonista entre los personajes cuya participación está distribuida casi de manera equitativa. El director del Hatchery Centre, Henry Foster y Bernard Marx, comparten escenas poco prominentes en la introducción a la novela. Esto, quizás se deba al interés de Huxley por retratar el mundo que ha creado para escenario de la narración.

Lenina es uno de los primeros personajes en ejercer protagonismo. Su personalidad alienada y su vida aparentemente plena, pero evidentemente vacía, es inspeccionada por el autor. Este personaje, como parte de su carácter, se relaciona con varios de los otros personajes.

Bernard Marx, va tomando protagonismo paulatinamente debido a su diferencia con los demás individuos del Mundo Feliz. Es un hombre reservado, diferente a los de su casta por su corta estatura (se rumora incluso que sufrió un accidente de laboratorio durante su gestación) y su actitud ante la cultura alienante. Su protagonismo alcanza su punto máximo cuando parten hacia la Reserva con Lenina. En este momento, se encuentra, incluso, bajo la amenaza de un destierro.

Sin embargo, en la Reserva, el protagonismo de este personaje empieza a decaer y es reemplazado de manera progresiva por John el Salvaje. Especialmente cuando vuelven al Estado Mundial.[6]

De vuelta en casa, Bernard Marx se corrompe ante la fama y aceptación social que le ha traído la aventura en la Reserva y la exótica compañía que ha traído (Linda y John el Salvaje). A medida que este personaje se mimetiza con las costumbres de su entorno, pierde protagonismo, hasta llegar al destierro.

Su lugar es ocupado por John, quien en este punto de la narración, representa la individualidad, el heroísmo del sujeto que se opone ante la aplastante alienación del entorno. John, no es solo un protagonista, es un héroe íntegro que practica y defiende lo que cree aun cuando el contexto le es adverso.

Al mejor estilo del héroe griego, John se sublima con la muerte, cuando las circunstancias lo doblegan.

Un extenso preámbulo

Con base en los argumentos referentes al protagonismo, podría afirmarse incluso que en esta novela se presentan dos narraciones distintas. La primera, de carácter descriptivo, en donde se retrata el Mundo Feliz y las costumbres, creencias y cultura de sus habitantes. Y la segunda, en donde se critica ese orden y cosmovisión.

Sin embargo, al plantearlo del modo anterior, parece evidente que la primera parte de la narración es solo un preámbulo que ubica al lector y lo prepara para el verdadero argumento.

Es posible establecer como nudo de la narración, el momento que transcurre desde la llegada de El Salvaje al Estado Mundial, hasta su exilio en el faro. Los argumentos que se presentan, las reflexiones acerca de la individualidad y el espíritu humano y los conflictos internos de este personaje, que es el único que parece conservar vestigios de humanidad en un mundo de autómatas; constituyen el asunto medular de esta novela.

Por ello, los personajes que habían ocupado posiciones de regular importancia en la primera parte de la narración, desaparecen, dando paso al asunto fundamental de la novela.

Por ello, el desenlace no culmina con la reestructuración del mundo feliz, sino con la ofrenda de vida del individuo que prefiere morir en la defensa de su autonomía que sucumbir ante la deshumanización del entorno.

  1. El humor

—¡Oye! —exclamó Helmholtz, solícito—. Tú no te encuentras bien, John.

—¿Te sentó mal algo que comiste? —preguntó Bernard.

El Salvaje asintió.

—Sí. Comí civilización.

Pese a que el autor y la obra han sido catalogados de pesimistas, está cargada de humor satírico, entendido por Íañez como humor inteligente y cultista porque solo es comprendido por quienes tienen cierto conocimiento previo para contextualizarlo. Sin embargo, el humor en Huxley no es utilizado para crear ambientes festivos ni alegres, sino para criticar ironizando y ridiculizando la sociedad del Mundo Feliz.

—Pero Dios es la razón que justifica todo lo que es noble, bello y heroico. Si ustedes tuvieran un Dios…

—Mi joven y querido amigo —dijo Mustafá Mond—, la civilización no tiene ninguna necesidad de nobleza ni de heroísmo. Ambas cosas son síntomas de ineficacia política.

¿No tiene su hechizo el vivir peligrosamente?

—Ya lo creo —contestó el Interventor—. De vez en cuando hay que estimular las glándulas suprarrenales de hombres y mujeres.

Estas expresiones están cargadas de contenido satírico. El lector generalmente elige reír ante planteamientos  absurdos y ridículos como estos.

Hay humor en las expresiones religiosas que aluden a Henry Ford: “¡Oh Ford!” en lugar de ¡Oh Dios! Se trata de una alusión satírica a la divinización de la industria.

El personaje de Lenina resulta también risible al mostrarse ingenua y hasta tonta como producto de su condicionamiento.

  1. La civilización del espectáculo

Con esta expresión, se refiere Vargas Llosa a todo lo superficial, a la pérdida de interés por las cuestiones profundas del Ser humano, en las sociedades actuales. El escritor latinoamericano lamenta la amenaza bajo la que se encuentra el arte de convertirse únicamente en un artículo de consumo y entretenimiento y dejar a un lado su función de comprensión y retrato del espíritu humano.

En Un mundo feliz, esto ha ocurrido ya en la sociedad. El arte no es más que música sintética que ambienta espacios, que incluso, cumple una función en el condicionamiento de la población. La literatura ya no es apreciada; por el contrario, es hasta menospreciada. La civilización que Huxley plantea en Un mundo feliz es completamente hedonista. Cuestiones relacionadas con el espíritu del hombre como las artes, la cultura e incluso el sexo, son vistos únicamente como artículos que producen placer.

En cuanto al sexo, Vargas dice que la civilización del espectáculo lo ha banalizado de tal modo que se ha convertido únicamente en una gimnasia, sin erotismo. El Nobel afirma que “la cultura, las artes, el refinamiento de la sensibilidad que produce la alta cultura, la que crea el erotismo. El erotismo es una manifestación de civilización”. Sin embargo, en una sociedad como la que retrata Huxley, las artes y la alta cultura son vistas como cuestiones inútiles del pasado, el erotismo es una cuestión absurda que nada tiene que ver con el placer físico del sexo. El sexo, de hecho, es una actividad carente de sentido que ya no está vinculada a su función primaria que era la reproducción, pero que también se ha despojado de su implicación cultural: el amor.

Fuentes

Huxley, Aldous (1932). Brave New World. Harper Collins Publishers. London, 1998.

Martínez, J. (2012). Entrevista a Mario Vargas Llosa. Periódico El país [en línea]. Disponible en

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/04/13/actualidad/1334353232_001546.html

[1] El año cero de esa era es marcado por la invención del modelo T de Ford en el año 1908, por tanto, la obra se ubica alrededor del año 2040 de nuestra era.

[2] La homogenización de la sociedad llega al punto de producir decenas de individuos idénticos para realizar labores específicas.

[3] Orgy-porgy: se refiere a la actividad sexual practicada con más de una pareja, generalmente en un ambiente festivo y de excesos.

[4] Soma: es la droga utilizada ampliamente por la sociedad del Mundo Feliz. Una droga que aleja al individuo de la realidad pero que no tiene efectos secundarios como la resaca que produce el alcohol.

[5] Hypnopaedia: Método de enseñanza y condicionamiento que introduce ideas en el individuo mientras duerme. Pese a que este método se había experimentado desde 1927, es hasta 1932 cuando Huxley en su novela le da esta denominación. Estudios posteriores, optaron por llamarle Sleep-learning.

[6] Este es el nombre que recibe el Mundo Feliz. La expresión en inglés es World State y se refiere a un territorio con unidad política, económica y cultural.

4 respuestas en “Análisis: Un mundo feliz de Aldous Huxley”

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