En el Golfo de Fonseca, estos tres países parecieran enfrentarse y verse a los ojos. Allí convergen, allí recuerdan que son vecinos, que son hermanos, que pese a que cada cual tiene una cultura y estilo de vida propios, existe en ellos un denominador común: son centroamericanos.
Como centroamericanos los define su habla predominantemente hispana, el origen mestizo de sus lenguas, razas y manifestaciones culturales; la economía y estilo de vida ligados a la tierra. Países agricultores por excelencia. El clima de la región es propicio para cultivos como el café, banano y caña de azúcar, y al pensar en estos cultivos precisamente, es imposible separarlos de los grandes latifundios, de historias de terratenientes explotadores y peones explotados, de conflictos por la tierra, de rebeliones campesinas. En las tres literaturas, esta temática está presente.
Otra temática común a las letras de estos vecinos países, es la cuestión de la intervención extranjera. Las tierras centroamericanas por su riqueza y abundancia de recursos y por tratarse de naciones jóvenes y pequeñas, han resultado atractivas para las grandes potencias mundiales. Los ingleses fueron los primeros en explorar los territorios buscando expandir sus dominios. Llegaron primero a Nicaragua, de donde fueron repelidos por los colonizadores españoles, en defensa de sus propios intereses y luego pasaron a Honduras en donde lograron establecerse por un periodo un poco más prolongado.
La presencia extranjera en estos países centroamericanos, provocó reacciones muy diversas. Los salvadoreños se pronunciaron indignados, inconformes, rebeldes. Roque Dalton expresa su indignación al decir que su país “es más pequeño que un raspón”. Los hondureños por su parte, tomaron una actitud doliente, empática, compasiva por su patria
“Grande es la tierra, amado, sin embargo, no es nuestra.
Tú y yo desposeídos vagabundos que sueñan,”
(Valle, 1961)
Ángela Valle, con estos versos hace referencia a la injusta distribución de la tierra y a los despojos de los que los campesinos son víctimas tanto por parte de los extranjeros, como de los terratenientes locales, ambos apoyados por gobiernos de corte dictatorial.
Nicaragua, por su parte, se caracteriza por su espíritu de lucha. Rebeldes, aguerridos, irreverentes, así son los poetas nicaragüenses. Su actitud frente a la invasión extranjera es enardecida. Inspirados por la figura heroica de Sandino, muchos de ellos alzan su voz contra la invasión, la injusticia y sobre todo, la complicidad de los gobiernos que traicionan a su patria.
“para recordar el Inmenso Muerto,
Al Muerto que muere cada día en las democracias,
O en las dictaduras disfrazadas con el nombre de democracia”
(Peña, 1936)
Esta es la denuncia que hace Horacio Peña en un pronunciamiento contra los gobiernos que favorecen intereses particulares en detrimento del bienestar del pueblo.
Nicaragua nació rebelde. Desde tiempos coloniales, con las representaciones del drama El Güegüense, se reflejaba el espíritu nicaragüense: astuto, rebelde, aguerrido. Años más tarde, cuando los filibusteros liderados por William Walker invadieron el país con un afán colonizador, el espíritu aguerrido de Augusto Sandino, inspiró no solo a los nicaragüenses, sino al resto de centroamericanos que en defensa de su autonomía se unieron para expulsar a los aventureros norteamericanos.
Sandino será una figura de mayúscula importancia para la vida social y para las letras de su país. El hijo bastardo de un finquero, que tiene el valor de exigir lo que le pertenece y que no vela solo por sus intereses particulares sino que es capaz de convertirse en un líder casi mesiánico de los desposeídos. Es grande la porción de la población que simpatiza con Sandino. Su prominente imagen fue inspiración para grupos como el Frente Sandinista de Liberación Nacional que luego se alzaría contra el gobierno y políticas de Anastasio Somoza.
Las luchas por la autonomía nacional, las voces que se alzan contra la injusticia, las letras teñidas de rebeldía, están presentes en la literatura de personajes como Salomón de la Selva, Alfonso Cortés y Gioconda Belli.
La rebeldía, en mayor o menor medida está presente en la literatura de estos tres países. En el Salvador, toma un giro un tanto distinto al convertirse en desencanto; en Honduras aparece de manera tardía y en Nicaragua, ha estado presente siempre.
Lo que marcará la diferencia más grande entre las literaturas centroamericanas y la nicaragüense será el protagónico papel de Rubén Darío en las letras hispanas. Darío nació en un área rural de Matagalpa. Es verdaderamente una paradoja que un país pobre y con tan elevado nivel de analfabetismo haya podido ser cuna de uno de los más grandes genios de la literatura hispana del siglo XIX.
Darío (1817 – 1916) fue el precursor del Modernismo. Su influencia se haría sentir no solamente en Nicaragua sino en todos los países de Latinoamérica e incluso Europa. La literatura centroamericana, conservó durante más de un siglo esa influencia dariana. La manera de abordar los temas, la inclusión de lo sensorial en la poesía, el exacerbado cuidado por la forma, la lengua y las estructuras son herencia modernista que se refleja en muchos textos latinoamericanos posteriores al “niño poeta” como se le llamó a Darío por su temprana incursión en las creaciones literarias.
El genio innovador de Darío, dotaría de confianza en la exploración de nuevas formas de hacer literatura a sus compatriotas. La riqueza de la literatura nicaragüense radica en la originalidad de los autores quienes no se limitaron únicamente a seguir el modelo dariano, sino que de él tomaron, esa curiosidad y valentía por hacer nuevas letras.
Los escritores nicaragüenses avanzan rápidamente y con paso seguro hacia nuevas formas de hacer literatura. El Modernismo dariano evoluciona en post-modernismo representado por Azarías H. Pallais y Salomón de la Selva. Las Vanguardias también encontrarán terreno fértil en las letras de José Coronel Utrecho, Pablo Antonio Cuadra y Joaquín Pasos, cuando durante la invasión de Walker, el eje cultural se traslada de León a la ciudad de Granada, en donde vivían las familias más acomodadas y en la que los poetas, se vuelven incluso contra su propia clase en un arranque rebelde.
Ante las invasiones extranjeras, surge en Nicaragua un interesante fenómeno literario: el rescate de lo propio. Los escritores de Vanguardia, le dan una especial importancia al rescate de elementos de identidad nacional. Recurren al habla popular, a las tradiciones, a los relatos orales iniciados en la época colonial por los peones de los campos que se reunían alrededor de las fogatas al finalizar las jornadas. Este uso de lo popular tanto en la temática como en el lenguaje, llevaría a los poetas de vanguardia a romper con los modelos modernistas y a dar paso a una nueva manera de hacer literatura.
Lo popular y autóctono también forma parte, aunque en menor medida, del universo literario hondureño. Poetas como Constantino Susnávar con su poema La Siguanaba, Jacobo Cárcamo en Pasaje para mi pueblo y Leonel Alvarado en Hombres como piedras a la deriva; toman las tradiciones orales, las costumbres e incluso temas precolombinos como motivos líricos.
En el Salvador, lo popular no es un motivo como tal, pero aparece en las obras como reflejo de la sociedad que se retrata con un afán crítico. Manlio Argueta, presenta en su obra Un día en la vida, las costumbres e ideales de las personas del área rural de su país, pero estas cuestiones no son lo medular en su obra, sino lo son los conflictos sociales y políticos.
Posterior a la Vanguardia, llega a Nicaragua la post-vanguardia, con una visión estética renovada, más cosmopolita y con una propuesta estética más sofisticada. Esta generación será representada por los tres Ernestos: Ernesto Mejía, Carlos Ernesto Martínez y Ernesto Cardenal.
Estas perspectivas más sofisticadas y universales, son producto de la formación extranjera de los escritores, en su mayoría con estudios en México. Este mismo fenómeno ocurre en El Salvador, cuando a causa de los conflictos políticos, los escritores se ven obligados a exiliarse, ampliando así su óptica del mundo y renovando su propuesta estética.
Las generaciones, como grupos de afinidad ideológica o estética, son un denominador común no solo a la literatura centroamericana sino a la literatura universal. En El Salvador grupos como la Generación del Desencanto y el grupo Cebolla púrpura, agruparon a escritores que se pronunciaron ante la situación política y social de su país y se constituyeron en influencia para autores posteriores. En Honduras, pese a que si hubo autores con propuestas estéticas similares, no se pronunciaron en manifiestos ni denominaciones de grupo o generación. En Nicaragua, el Frente Ventana liderado por Sergio Ramírez y Fernando Gordillo y la Generación Traicionada encabezada por Roberto Cuadra y Edwin Yllescas, son dos grupos que pese a diferir en sus ideas sobre el papel de la literatura en la sociedad, comparten el objetivo de acabar con la “mala literatura”. Ambos grupos se pronuncian a través de antimanifiestos y sostienen discusiones en las páginas de la revista Ventana, fundada por Sergio Ramírez.
El papel de las mujeres en la literatura de estos países centroamericanos es una cuestión que también vale la pena mencionar. Pese a ser minoría, las mujeres que escriben, su papel no es menos importante que el de sus pares masculinos. Los nombres de Jacinta Escudos, Helen Umaña y Gioconda Belli, resuenan con la misma fuerza que un Horacio Moya o un Ernesto Cardenal. El trabajo de las mujeres es realizado con gran calidad literaria. Desafortunadamente en las sociedades machistas centroamericanas no son escasas las mujeres que se atreven a expresarse a través de la pluma.
Machismo, dictaduras, represión, censura, tabúes sociedades analfabetas, dificultades de edición y difusión, todos estos son obstáculos que los escritores de estos países han afrontado y superado para regalarle a sus países y al mundo una nueva perspectiva, un mundo visto con ojos diferentes, un universo gestado desde suelo centroamericano.
Y es que pese a las diferencias que puedan anotarse entre uno y otro país, existen denominadores comunes como lo testimonial, la voz que se alza contra la injusticia, la inconformidad, el dolor por la patria, lo cotidiano, que en ocasiones se mezcla con lo profundo, lo literario que a veces se vale de lo coloquial. Todos estos son elementos que permiten que quien tenga a mano una obra de los autores de estos países pueda decir “Me sabe a Centroamérica”.
Fuentes
- Escudos, Jacinta. Los inclasificables: escritores salvadoreños hoy [ensayo]. Contenido en el libro Literaturas centroamericanas hoy. Desde la dolorosa cintura de América: Kohut, Karl; Mackenbach, Werner. Madrid/Frankfurt, 2005. Editorial Iberoamericana.
- Armijo, Roberto. Algunas reflexiones sobre la poesía salvadoreña [ensayo]. Contenido en la revista: Centroamericana. Editorial Bulzoni. Volumen I. Milán, Italia. 1990.
- Argueta, Manlio. Un día en la vida. UCA Editores. San Salvador, El Salvador. 1980.
- Umaña, Helen. La novela hondureña. Editorial Letra Negra. Guatemala 2003.
- Sosa, Roberto. Honduras: poesía escogida. Editorial EDUCA. Costa Rica, 1998. 208 páginas.
- Umaña, Helen. La palabra Iluminada: el discurso poético en Honduras. Chacón G., Albino y Marjorie Gamboa C. (eds.). Voces y silencios de la crítica y la historiografía literaria centroamericana. Heredia, Costa Rica: EUNA, 2010, 473 páginas
- Dalton, Roque. Poesía Escogida. EDUCA. Costa Rica, 1983.
- Menendez Rodriguez, Mario. El Salvador: una auténtica guerra civil. Costa Rica, 1984.
- Ramírez, Sergio. Enciclopedia de la literatura nicaragüense [en línea] Disponible en www.nicaraguaportal.com. Consultado el 9 de noviembre de 2013.
4 respuestas en “Reflexiones sobre la literatura centroamericana: El Salvador, Honduras, Nicaragua”
¡Felicitaciones Becky! Que buen ensayo anotaste. Abarca todos los momentos más importantes de la literatura Centroamericana y a sus escritores más relevantes y su obra.
Muy bien.
Del Lazarillo al Sandinismo. Estudios sobre la funci n ideol gica de la literatura espa ola e hispanoamericana
GRACIAS.GRACIAS.GRACIAS.
Magnifico articulo