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Digital ferals: huérfanos digitales

Abstract.  El término «nativos digitales» propuesto por Marc Prensky en los albores del siglo XXI ganó gran popularidad en los entornos educativos para designar a los individuos cuyas habilidades tecnológicas superan a las de la generación anterior debido al contacto más temprano con la tecnología. Sin embargo, la Educación Remota de Emergencia —ERDE— derivada de la emergencia COVID-19 y desarrollada en entornos digitales parece cuestionar las habilidades de las generaciones más jóvenes para utilizar la tecnología en actividades de aprendizaje.

Esto invita a cuestionarse acerca de si el término nativos digitales es el más adecuado para las generaciones más jóvenes o si se trata realmente de «huérfanos digitales» que no han tenido modelos para aprender cómo usar y aprovechar la tecnología para el desarrollo de su potencial.

Palabras clave. huérfanos digitales, digital ferals, nativos digitales, migrantes digitales, educación online, habilidades en entornos virtuales.   

Introducción

La pandemia COVID-19 obligó a muchos estudiantes y profesores de todos los niveles educativos a recluirse en casa y a migrar instantáneamente de entornos de clase físicos (y en algunos casos tradicionales) a entornos virtuales. La digitalización de la educación y la educación a distancia de las que tanto se había teorizado y hablado en años anteriores, pasó, en solo un fin de semana, de ser una característica innovadora ofrecida por algunas instituciones a ser un imperativo incluso para las instituciones públicas.

Una gran cantidad de maestros alrededor del mundo comparten la experiencia de estar un viernes en un salón de clases y el lunes siguiente estarse preguntando cómo llegarían a los estudiantes hasta cada rincón de sus países. Los docentes más vanguardistas y actualizados se enfrentaron a enormes desafíos logísticos para transformar sus lecciones de pizarra y escritorio a clases en la pantalla. Los docentes menos innovadores y más tradicionales, además, se enfrentaron al desafío de aprender a usar las herramientas que les permitirían estar online.

Es indudable que esta emergencia sanitaria tomó por sorpresa a todo el mundo (sin afán de exagerar), pero también es cierto que esta situación nos invita a preguntarnos si es importante estar preparados para otras situaciones que requieran trasladarnos de contextos físicos a entornos digitales. Confiemos en que no debamos enfrentar una nueva pandemia en los próximos años, pero hay otras razones que pueden obligar a una suspensión de la asistencia de los estudiantes a los centros educativos: condiciones climáticas extremas, daños en la infraestructura vial (frecuentemente relacionados con la causa anterior), situaciones políticas desfavorables o incluso huelgas del personal docente.

Girl in Pink Shirt Sitting by the Table
Fotografía por Julia M Cameron, Pexels

Lo anterior sugiere que tanto las instituciones educativas como los docentes, padres de familia y estudiantes deberían estar preparados para trasladarse fácilmente de un entorno presencial a uno virtual. A final de cuentas, el popular término «nueva normalidad» sugiere que algunas prácticas han llegado para quedarse y es probable que la educación a distancia sea una de ellas. La pregunta que emerge es ¿estamos preparados para una educación a distancia mediada por herramientas digitales?

Digital ferals o huérfanos digitales

En 2001, cuando los millenials estaban alcanzando la edad adulta o la adolescencia, Marc Prensky propuso el término «nativos digitales» para referirse a una generación que desde temprana edad había estado en contacto con la tecnología y que, por lo tanto, eran más hábiles en su uso que la generación anterior. Más adelante, en 2008, académicos de la universidad de Wollongong en Australia cuestionaron la propuesta de Prensky y afirmaron que no porque un individuo pertenezca a un grupo etario debe necesariamente compartir los comportamientos de sus coetáneos, incluidos aquellos relacionados con el uso de la tecnología.

La afirmación de los académicos australianos se podría reforzar con la idea de que el acceso a la tecnología también presenta grandes variaciones relacionadas con la región geográfica y con la situación socioeconómica de los individuos. Mientras las grandes potencias económicas tienen rápido acceso a las tecnologías más modernas y su distribución es más o menos uniforme en la población; en los países en vías de desarrollo, algunas tecnologías llegan más tarde y solo una reducida porción de la población tiene acceso a ellas.

Así que, aunque Prensky propuso la dicotomía entre nativos y migrantes digitales hace casi 20 años y aunque han surgido después de los millenials otras dos generaciones (generación Z y generación Alpha); en muchos países continúa la distinción entre quienes nacieron con la tecnología y quienes tienen que aprenderla como un «idioma extranjero».

Y es que la tecnología, a final de cuentas, puede equipararse con un idioma. Debido a su uso constante y a que permite la comunicación entre los individuos de una sociedad, se ha convertido casi en un idioma, que las generaciones más jóvenes parecen dominar con más fluidez.

No obstante, en mi opinión, el término propuesto por Prensky solo es parcialmente acertado. Es cierto que las nuevas generaciones dominan el lenguaje tecnológico de una forma fluida, como hablantes nativos de una lengua, pero también es cierto que no hubo una generación previa que les enseñara ese idioma, por lo tanto, más que ser nativos digitales, son huérfanos digitales o digital ferals.

En inglés, el término feral, casi sinónimo de salvaje, se ha utilizado para denominar a algunos extraordinarios casos de individuos que crecen sin una comunidad humana: feral children o niños salvajes. Si bien este ha sido un tópico literario y mítico, como los gemelos Rómulo y Remo en Roma; Mowgli, en el Libro de la selva y la famosa historia de Tarzán, lo cierto es que hay casos documentados de niños en la vida real que han crecido sin una comunidad humana y que, por ello, no han aprendido ni desarrollado el complejo lenguaje humano.

¿Cómo se relaciona esto con los entornos de educación virtual?

Derivado de la educación digital a distancia, que la mayor parte de la población mundial se ha visto obligada a adoptar, he escuchado numerosos comentarios tanto de padres como de maestros que se quejan de las aparentes pocas habilidades tecnológicas de los estudiantes al aplicarlas a actividades de aprendizaje. Los estudiantes jóvenes parecen ser sumamente hábiles para utilizar las redes sociales y los servicios de mensajería instantánea, pero presentan dificultad para subir una tarea a una plataforma Moodle o para buscar información académica en la web.

Woman Sitting on Chair While Leaning on Laptop
Foto por Andrea Piacquadio, Pexels

Pero es necesario que las generaciones anteriores sean cautelosas al señalar de inexpertas a las nuevas generaciones, pues cuando un dedo apunta hacia el frente, tres apuntan hacia atrás. Y es que los estudiantes más jóvenes han tenido pocos o quizás ningún modelo que les enseñe a utilizar la tecnología para fines de aprendizaje. No han tenido quién les enseñe el «lenguaje tecnológico». Así que no se trata precisamente de nativos digitales, sino de huérfanos digitales que han debido aprender el uso de la tecnología sobre la marcha y guiados por sus propias necesidades y curiosidades, antes que por el modelamiento de una conducta digital responsable y madura.

Esto representa un problema, pues a pesar de que las generaciones jóvenes parecen habérselas arreglado muy bien para aprender las interacciones con pantallas y aplicaciones cada vez más intuitivas, no es posible cargar toda la responsabilidad formativa en asuntos tecnológicos a aplicaciones que cada vez le apuestan más al lenguaje icónico que al verbal y cuyos intereses no son formativos, sino, en la mayor parte de casos, comerciales.

En los años cercanos a 2010 también se popularizó la idea de una enemistad entre profesores y tecnología. Varios artículos publicados en esa década giraban en torno a la interrogante de cómo los maestros y la escuela podían «competir» con la tecnología y los medios de comunicación por la atención de los estudiantes. La prohibición de dispositivos electrónicos en horarios escolares fue la respuesta inmediata de muchos centros educativos. Otras instituciones, más vanguardistas, intentaron integrar la tecnología a sus métodos de enseñanza, pero sin realizar cambios fundamentales en la manera en que se enseñaba.

Para una generación de padres que en su mayoría eran migrantes digitales, parecía novedosa la presentación de la educación tradicional en pantallas táctiles. Para una generación de nativos digitales ávidos de aprender nuevas formas de comunicarse y de acceder al conocimiento, pudo parecerles incomprensible, pues sus maestros parecían hablar en signos que ellos conocían, pero en un idioma extraño. Prensky, conforme a la analogía lingüística que había establecido, llamó a este anquilosamiento de la generación anterior a sus prácticas tradicionales «acento».

El acento del migrante digital se observa en actitudes como acudir a Internet como segunda opción, en lugar que como primera opción; o en leer el manual de un programa en lugar de asumir que el programa mismo nos enseñará cómo usarlo. (Prensky, 2001)

Digital Natives, Digital Immigrants

El argumento competitivo paulatinamente se fue transformando hacia cómo los docentes podían utilizar la tecnología a favor en lugar de en contra. Y las preocupaciones educativas comenzaron a girar en torno a cómo los maestros debían comenzar a «hablar» el idioma de los nativos digitales para comunicarse con ellos de una mejor manera.

¿Pero verdaderamente deben los docentes adecuarse por completo al idioma de los nativos digitales?

Se debe subrayar que la labor de muchos docentes ha sido admirable, pues pese a no ser nativos digitales, parecen haber dominado con bastante fluidez el idioma tecnológico. No obstante, y sin afán de desvirtuar o de desanimar el empeño de los docentes comprometidos con la actualización y la educación de la calidad, como lo afirmó Prensky existe un «acento» de migrante digital que permanece en las generaciones anteriores y hablar completamente el idioma de los nativos digitales se convierte en una tarea compleja.

Es por ello que vale la pena cuestionarse acerca de si es verdaderamente necesario adaptarse por completo a la forma de comunicación de los nativos digitales o si hay conocimientos del lenguaje pre-digital que puedan serles de utilidad a las nuevas generaciones.

La generación de migrantes digitales, aunque la creciente globalización se haya empeñado en hacerles creer lo contrario, tienen grandes ventajas. Los migrantes digitales se las pueden arreglar perfectamente sin Internet para acceder al conocimiento y saben realizar las tareas tanto de forma digital como de forma análoga. Esto seguramente representa ventajas si se piensa en la inestabilidad de la conexión a la red en algunos contextos o en la falta de recursos tecnológicos.

Pero además de esta habilidad de moverse en ambos contextos, existe también la manera de aprender y acceder a la información.

En estos meses de educación a distancia, se ha demostrado que los nativos digitales son sumamente hábiles con el manejo de las interfaces de usuario, pero que presentan dificultades cuando se trata de comprender o discriminar contenidos.

Esto hace importantísimo el rol del docente en la educación a distancia. Si bien es cierto que los estudiantes actualmente pueden acceder a grandes cantidades de información en la red y que pareciera que lo que el docente tiene que decir ya no es tan relevante, también es cierto que muchos de ellos no saben discernir entre información confiable e información poco veraz.

Tom Richmond, de la Universidad Bradley en Illinois, menciona el artículo How Teens Do Research in the Digital World (Cómo investigan los adolescentes en el mundo digital) que afirma que «más de la mitad de los adolescentes consideran las redes sociales y YouTube como buenas fuentes de información» (Loveland, 2017). Y aunque es cierto que se puede acceder a buenos materiales en estas plataformas, también es cierto que cualquier persona puede crear contenido en ellas sin necesidad de verificarlo.

La responsabilidad de los docentes y de los padres de familia consiste entonces en orientar las habilidades que los estudiantes tienen para hablar el idioma digital hacia fuentes de información que les permitan verdaderamente robustecer y potenciar su conocimiento. Si se continúa con la analogía del lenguaje, se ejemplifica con claridad esta idea. El hecho de que un niño sepa hablar no quiere decir que sabe cómo investigar o cómo redactar ensayos.

Conclusión

La mayoría de los nativos digitales son hablantes fluidos del idioma tecnológico, pero necesitan docentes que les enseñen cómo investigar, cómo acceder a información, cómo identificar fuentes confiables de información, cómo garantizar su seguridad en la red y cómo cumplir con las normas de convivencia y de legalidad en los entornos digitales[1]. (International Society for Technology in Education, 2019)

Para ello, evidentemente el docente debe hablar el idioma digital, aunque conserve su acento migrante; pero no solo ello, sino que tiene que saber orientar a sus estudiantes a navegar en los vastos océanos de información de la red. El reto del docente digital, entonces, es grande, pues no solo debe explorar él mismo el universo de información y herramientas digitales, sino que debe guiar a sus estudiantes en el proceso para elegir las fuentes y las herramientas más adecuadas para posibilitar y potenciar su aprendizaje.

La situación es, por demás, maravillosa. Se trata de relaciones verdaderamente horizontales y democráticas en los ámbitos educativos, pues tanto docentes como estudiantes se encuentran en un proceso constante de aprendizaje.

La clave está en la palabra «constante». El docente (y más aún el docente digital) debe aprender continuamente y debe perseverar en sus esfuerzos por hablar cada vez con más fluidez el lenguaje digital. También es de suma importancia el compromiso con sus estudiantes, pues de ese compromiso dependerá que las nuevas generaciones dejen de ser huérfanas digitales, para convertirse en verdaderas nativas digitales.

Fuentes consultadas

Bennet, S., Maton, K., & Kervin, L. (2008). The ‘digital natives’ debate: a critical review of the evidence. Obtenido de https://ro.uow.edu.au/edupapers/1149

International Society for Technology in Education. (2019). ISTE Standards. Obtenido de ISTE.org: https://www.iste.org/standards

Loveland, E. (2017). Instant Generation. Obtenido de https://files.eric.ed.gov/fulltext/EJ1142068.pdf

Prensky, M. (2001). Digital Natives, Digital Immigrants. On the Horizon. Obtenido de https://www.marcprensky.com/writing/Prensky%20-%20Digital%20Natives,%20Digital%20Immigrants%20-%20Part1.pdf

Rothman, D. P. (2020). A Tsunami of Learners Called Generation Z. Obtenido de West Virginia University: https://www.hsc.wvu.edu/media/15624/needs-different_learning_styles.pdf


[1] Para ampliar la información acerca de las habilidades necesarias para el aprendizaje en entornos digitales, los invito a leer mi artículo titulado Estándares ISTE: integración entre tecnología, educación y contexto (2019).